Sentí su mirada penetrante bajo esa expresión dura que advierte peligro, sentí sus manos subiendo por mi espalda hacia mi cuello con esa fuerza de quien se deja llevar por sus más bajos instintos. Delicado y violento como la brisa que te azota la cara y desordena el cabello. Su respiración agitada sobre mi rostro mientras maldecía entre susurros, como quien libra una batalla en su interior contra su lado salvaje. Lo miré y sentí terror, pues yo sabía lo que me aguardaba. Estaba segura de que el miedo en mis ojos sólo causaba un efecto en él: lo incitaba. ¡Dios mío! ¿Cómo había ido a parar yo en esa circunstancia?... Era demasiado tarde para correr, ya estaba en sus manos. Emitió un sonido gutural y se abalanzó directamente a mi vena. El dolor punzante y el miedo se mezclaron con un extraño placer, no pude controlar más mis rodillas y me dejé caer... Sentí como recorría electricidad por mis venas y mi corazón se detuvo.
Desperté 2 días después en el piso de mi sala de estar. No recuerdo otra cosa de mi pasado, no recuerdo su nombre y tampoco el mío. Lo único que pienso es en la necesidad de saciar mi sed.
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